Metal for Jesus

Metal for Jesus
Es tiempo de cambiar, tiempo de renovar fuerzas, de buscar y encontrar, de pedir y recibir, es hora de un encuentro personal con el único nombre bajo los cielos que tiene el poder de sanar nuestras heridas y salvarnos de la muerte eterna, vencio a la muerte en la cruz y regreso para pedirte que le dejes entrar en tu corazón. Es tiempo de demostrar que no todo el rock/metal es satánico, es tiempo de mostrarle al mundo que le arrebatámos al enemigo este gran género y ahora por medio de el llevámos las buenas nuevas.

martes, 23 de abril de 2013

Amós


Análisis del Libro del Profeta Amós.


Autor:  Su nombre significa "Carga" o "Cargador"; era un ciudadano de Tecoa, en la tribu de Judá.

Fecha: Profetizó durante los reinados de Joroboam II en Israel, y Uzías en Judá.

Estilo: Simple pero pintoresco.

El profeta y su medio
Amós fue uno de los grandes profetas del siglo VIII a.C., aunque él prefería verse a sí mismo como un hombre sencillo, dedicado a sus trabajos campesinos, como «uno de los pastores de Tecoa» (1.1). Así lo manifiesta en su controversia con el sacerdote Amasías, que lo acusa de traicionar al rey de Israel: «No soy profeta ni soy hijo de profeta, sino que soy boyero y recojo higos silvestres» (7.14).

Llegó, sin embargo, un día en el que tuvo lugar la transformación de Amós en el mensajero enviado por Dios a profetizar en el reino del norte. Como él mismo dice: «Jehová me tomó de detrás del ganado, y me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo Israel"» (7.15).

A unos 10 km. al sur de Belén, cerca del Mar Muerto y como colgada entre las montañas de Judá, se encontraba la pequeña ciudad de Tecoa. Amós residía en ella, aunque por alguna razón que ignoramos desarrolló en el reino del norte su actividad profética. Debió de hacerlo alrededor del año 750 a.C., «dos años antes del terremoto» (cf. Zac 14.5), durante el reinado de Jeroboam II (783–743 a.C.).

Era aquella una época de prosperidad para el reino. Bajo el cetro de Jeroboam, el comercio con otros países enriqueció al estado; Israel recobró el esplendor de los días de David, y por la fuerza de las armas (6.13) logró recuperar territorios que había perdido al oriente del Jordán (2 R 14.25).

Ciertamente, los éxitos militares y el incremento de la riqueza despertaron en el pueblo grandes entusiasmos; pero al propio tiempo fueron causa de que creciera la desigualdad entre los diversos estratos sociales. Los ricos aumentaron sus riquezas, en tanto que los pobres se hundían cada vez más en la miseria. El pueblo humilde sufría la opresión de los poderosos, una opresión agravada por la corrupción de los jueces y de los tribunales de justicia (2.6–7; 5.7–12). Incluso la vida religiosa se había corrompido. El culto se contagió de las prácticas paganas de otras gentes (5.26), y las ceremonias religiosas, externamente espléndidas, perdieron su autenticidad y su piedad sincera (5.21–23).

El libro y su mensaje
Comienza el libro de Amós (=Am) con el anuncio del castigo que van a sufrir las naciones y ciudades vecinas a Israel a causa de la crueldad de su conducta en la guerra. Damasco, Bet-edén, Gaza, Asdod y otros lugares son mencionados en una serie de oráculos que preceden al de la condenación a que también Judá e Israel se han hecho acreedoras (1.3–2.16); pues no por ser ellas el pueblo escogido, dejará Dios impunes los pecados que cometieron. Muy al contrario, precisamente a causa de su elección es mayor el compromiso contraído por Israel y mayor su responsabilidad ante los ojos de Dios. En consecuencia, más severa será la sanción que merezca su conducta (3.1–2).

El mensaje central de Amós representa así una dura crítica contra la sociedad israelita de la época. Fustiga el profeta la injusticia social reinante, el enriquecimiento de muchos a costa de los débiles, explotados sin compasión (3.10; 5.11; 8.4–6); el soborno y la prevaricación de jueces y tribunales (5.12); la opresión, la violencia y hasta la esclavitud a que los más pobres son sometidos (2.6; 8.6). El profeta proclama que el Señor no permanecerá indiferente ante tales pecados, sino que castigará a quienes los cometen (2.13–16; 4.2–3; 5.18–20; 8.3); por eso urge a todo Israel: «¡Prepárate para venir al encuentro de tu Dios!» (4.12).

La última parte del libro (7.1–9.10) contiene una serie de visiones que profetizan la imposibilidad de escapar al juicio de Dios, al castigo inminente que ha de sobrevenir a pesar de las insistentes súplicas de Amós (7.2, 5). Pero si bien tales juicio y castigo son ineludibles, también es cierto que Dios no quiere destruir a Israel, sino reconstruirlo y restaurarlo, para que siga siendo, ya en libertad, el pueblo de su elección (9.11–15).

Esquema del contenido:
1. Juicios contra las naciones vecinas (1.1–2.5)
2. Juicio contra Israel (2.6–16)
3. Denuncias y amenazas (3.1–6.14)
4. Visiones de castigo (7.1–9.10)
5. Restauración futura de Israel (9.11–15)

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