Metal for Jesus

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Es tiempo de cambiar, tiempo de renovar fuerzas, de buscar y encontrar, de pedir y recibir, es hora de un encuentro personal con el único nombre bajo los cielos que tiene el poder de sanar nuestras heridas y salvarnos de la muerte eterna, vencio a la muerte en la cruz y regreso para pedirte que le dejes entrar en tu corazón. Es tiempo de demostrar que no todo el rock/metal es satánico, es tiempo de mostrarle al mundo que le arrebatámos al enemigo este gran género y ahora por medio de el llevámos las buenas nuevas.

jueves, 18 de abril de 2013

Cantar de los cantares



Análisis del Libro de Cantar de los Cantares

Autores: Salomón, de acuerdo con la tradición.

Este libro ha sido severamente criticado por su lenguaje sensual. Su derecho a estar en La Biblia ha sido defendido por mucha gente religiosa de todas las épocas. Muchos lo han  mirado como una alegoría espiritual que representa el afecto que existe entre Dios y su pueblo escogido o entre Cristo y su Iglesia.
Las expresiones ardientes sólo pueden ser debidamente interpretadas por una mente espiritual madura.

Pensamiento Clave: Mi amado, apelativo de los creyentes para Cristo.

El libro
El título Cantar de los Cantares (=Cnt) comúnmente dado a este breve pero bellísimo libro, es una expresión que se corresponde literalmente con la inicial del texto hebreo de la Biblia: shir hashirim. Se trata de una fórmula idiomática muy condensada, cuyo sentido puede explicarse con propiedad como: "el más hermoso de los cantos" o "el poema más sublime". Cantares es un poema distribuido en estrofas, en las que, alternativamente, dos enamorados manifiestan sus recíprocos sentimientos en un lenguaje apasionado, de alto nivel literario y brillante colorido. Todo en este poema cuajado de símiles y espléndidas metáforas se orienta a la exaltación del amor entre el hombre y la mujer, de esa irresistible y mutua atracción que inspira las palabras y determina las actitudes de los enamorados. En Cantares, el esposo mira a la esposa como a un dechado de perfecciones, la contempla a través del cristal de cuanto él tiene por más apetecible, sea viña o fuente, jardín o «nardo y azafrán» (1.6; 2.15; 4.12–14; 5.1; 8.12). La belleza de los enamorados y las delicias del amor son como los frutos de la tierra, los lirios, el vino, la leche o el panal de miel (4.3, 11; 5.1, 13; 6.2, 7; 7.7–9; 8.2). También, desde las más altas cumbres de la lírica, el poema expresa a veces la angustia por la ausencia del ser amado (1.7; 3.1–3; 5.8), la felicidad del encuentro (2.8–14; 3.4) y, sobre todo, el anhelo de la mutua entrega (1.2–4; 8.1–3).

La interpretación
A lo largo de la historia, el sentido de las metáforas propuestas por el Cantar de los Cantares ha sido rechazado a pesar de su evidencia. A muchos intérpretes, tanto judíos como cristianos, les ha resultado impensable que, entre los demás libros de la Biblia, pudiera figurar uno de carácter secular, cuyo fin no fuera otro que festejar la dicha de los esposos unidos por un amor propiamente humano.

Por eso, desde muy temprano se ha tratado de encontrar en el libro un segundo sentido, de estricta naturaleza religiosa y oculto por debajo de lo que aparece a primera vista. Así, el judaísmo lo interpretó como una exaltación alegórica del pacto de Jehová con Israel; después, la iglesia vio su relación con Cristo prefigurada en los enamorados protagonistas del poema; y, por último, la mística cristiana descubrió en ellos la más perfecta referencia a la unión del alma con Dios. Pero todos estos criterios, condicionados por el propio sentimiento religioso de quienes los sustentaban, han oscurecido durante siglos la interpretación más sencilla e inmediata de Cantares, y su vinculación literaria y de pensamiento con antiguos himnos de bodas de la sociedad israelita. Eran canciones entonadas unas por los novios y otras por familiares y convidados (Jer 25.10; 33.11), todos los cuales bailaban y cantaban durante los siete días que duraban los alegres festejos nupciales (Gn 29.27–28; Jue 14.10, 17).

Lo que, en cambio, sí debe subrayarse es que la figura de la unión conyugal, tan bellamente loada por Cantares, se utiliza a menudo en el AT como símbolo excelso de la alianza de Dios con Israel (Os 1–3; Jer 2.1–3; Ez 16) y, en el NT, de la relación de Cristo con la iglesia (Ef 5.23–32; Ap 21.2, 9).

El autor
La mención de Salomón (1.1) induce a pensar que aquel rey, hijo de David y sabio entre los sabios, fue el inspirado poeta a quien debemos el Cantar de los cantares. Pero a este respecto debe señalarse que la frase hebrea traducida por «de Salomón», tanto puede significar que él fue el autor del poema, como que el poema le fue dedicado o, simplemente, que Salomón es el personaje a quien el poema hace referencia. En uno u otro caso, el hecho indudable es que el nombre del rey pesó de modo definitivo en favor de que Cantares se incluyera entre los libros sapienciales del pueblo de Israel.

Composición del poema
En el momento actual, la gran mayoría de los especialistas está de acuerdo en que el Cantar de los cantares, tal y como ha llegado a nosotros, no es la obra de un único y determinado poeta. Más bien se trata de una colección de canciones de los s. V y IV a.C., compuestas por personas desconocidas para que el pueblo cantara, y compiladas probablemente hacia principios del s. III a.C. Por tanto, no cabe suponer ninguna especie de estructura establecida de antemano como preparación de la obra poética. La unidad literaria de Cantares y la coherencia de su pensamiento no proceden de ningún plan previo, sino de la idea general que en su día presidió la recopilación de los cantos.

Esquema del Contenido:
1. Título (1.1)
2. Cantares (1.2–8.14):
Primero (1.2–2.7)
Segundo (2.8–3.5)
Tercero (3.6–5.1)
Cuarto (5.2–6.3)
Quinto (6.4–8.4)
Sexto (8.5–14)

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