Análisis del
Libro de Deuteronomio
Autor: Moisés,
generalmente aceptado.
Nombre: Derivado
dos palabras griegas, deuteros,
que significa "segunda", y nomos,
"ley"
Marco Histórico: La
generación pasada de Israel había muerto en el desierto; por lo tanto era
importante que la ley fuera repetida y expuesta a la nueva generación antes de
que entrara a la Tierra Prometida.
Contenido: Una
serie de discursos y exhortaciones dados por Moisés en las llanuras de Moab,
antes de cruzar el Jordán.
Tema Principal: Un
recuento de las leyes proclamadas en el Sinaí, con un llamado a la obediencia,
mezclado con un repaso a la experiencia de la generación pasada.
Pensamiento Clave: El
requisito clave de la obediencia.
El título
La forma hebrea Debarim ("palabras") es el
título del quinto libro del Pentateuco. La Septuaginta lo llamó
Deuteronomio. El significado de este término griego es, propiamente,
"segunda ley", aunque debe observarse que, aplicado al presente
libro, no cabe entenderlo en el sentido de una ley diferente de la
"primera" (la mosaica), sino de una repetición de ella.
La situación histórica
La llegada de los israelitas a tierras de Moab es el
hecho que prácticamente señaló el final del recorrido iniciado en Egipto
cuarenta años atrás (1.3). Las llanuras de Moab, al este del Jordán, fueron la
última etapa de aquel larguísimo recorrido, en el curso del cual fueron
cayendo, uno tras otro, los miembros del pueblo que habían vivido los tiempos
de esclavitud y que luego, colectivamente, habían protagonizado el drama de la
liberación (1.34–39; cf. Nm 14.21–38). Ese fue el castigo de la pertinaz
rebeldía de Israel: que, «exceptuando a Caleb hijo de Jefone y a Josué hijo de
Nun», ninguno de quienes pertenecían a la generación del éxodo entraría en
Canaán. Ni siquiera el propio Moisés, el fiel guía, legislador y profeta (1.34–40;
34.1–5; cf. Nm 14.21–38).
En Moab, frente a Jericó, comprendiendo que ya estaba muy
cerca el término de su vida, «resolvió Moisés proclamar esta ley» al pueblo
(1.5). Lo reunió, pues, por última vez, para entregarle lo que podría llamarse
su "testamento espiritual". Ante «todo Israel» (1.1), Moisés evocó
los años vividos en común, instruyó a los israelitas acerca de la conducta que
habían de observar para ser realmente el pueblo de Dios y les recordó que su
permanencia en la Tierra prometida dependía de la fidelidad con que observaran
los mandamientos y preceptos divinos (8.11–20).
El contenido del libro
El Deuteronomio (=Dt), al igual que otros textos de
carácter normativo recogidos en el Pentateuco, pone de manifiesto lo que Dios
requiere de su pueblo escogido. Y lo hace disponiendo concretamente el
mandamiento que Jesús calificó de "principal": «Amarás a Jehová, tu
Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas» (6.5; cf. Mc
12.30). Estas palabras son la médula espinal de todo el discurso mosaico, que
ahora asume un carácter más personal que cuando el pueblo lo escuchaba en el
Sinaí (llamado «Horeb» en Dt, salvo en 33.2), porque allí Moisés se limitó a
transmitir lo que recibía de Dios, mientras que en Moab se expresa en primera
persona, para, en su calidad de profeta (18.15–18), revelarle al pueblo la
voluntad del Señor (4.40; 5.1–5, 22–27; 28.1). El Deuteronomio pone de relieve
esta imagen de Moisés mediante frases introductorias como: «Estas son las
palabras que habló Moisés a todo Israel» (1.1; cf., p.e., 1.3, 5; 4.44; 5.1).
Un lugar destacado ocupa en el libro el llamado "código
deuteronómico" (cap. 12–26), que comienza con una serie de «estatutos y
decretos» (12.1) relativos al establecimiento de un solo lugar de culto, de un
solo santuario, al que todo Israel estaría obligado a acudir: «El lugar que
Jehová, vuestro Dios, escoja entre todas vuestras tribus... ese buscaréis, y
allá iréis» (12.5; cf. v. 1–28). A este núcleo de carácter legal, que aparece
precedido de los dos grandes discursos de cap. 1.6–4.40 y 5.1–11.32, lo siguen
algunas disposiciones complementarias (p.e., en cap. 31, el nombramiento de
Josué como sucesor de Moisés), y también advertencias y exhortaciones de índole
varia (cap. 27–31). Los últimos capítulos contienen el "cántico de
Moisés", las "bendiciones a las doce tribus" (cap. 32–33), la
muerte de Moisés (34.5) y su sepultura en un ignorado lugar de Moab (34.6).
El mensaje
La especial relación que Dios establece con su pueblo es
sin duda la proclamación que el Deuteronomio subraya con mayor énfasis. Jehová,
ciertamente, es el Dios creador del cielo y de la tierra (10.14); pero, sobre
la exclusiva base de su amor, escogió Dios a Israel para establecer con él una
particular alianza. Antes que el propio Israel fuera llamado a la existencia,
ya Dios lo había elegido en los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, a quienes
prometió que sus descendientes heredarían la tierra de Canaán (6.10; 7.6–8). El
cumplimiento de la promesa está permanentemente contemplado en el horizonte del
Deuteronomio, al evocar, por una parte, los hechos que pusieron fin a la
esclavitud de Israel en Egipto y, por otra, los muchos prodigios de que el
pueblo fue testigo durante los años del desierto. Y ahora, junto a la margen
oriental del Jordán, cuando ya el cumplimiento de la promesa está a punto de
convertirse en una espléndida realidad, Moisés exhorta a los israelitas a que
libremente se atengan al compromiso a que el pacto de Dios los obliga: «Os he
puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues,
la vida, para que vivas tú y tu descendencia, amando a Jehová, tu Dios,
atendiendo a su voz y siguiéndolo a él» (30.19–20). Al amor de Dios, Israel
debe corresponder con su entrega total y sin reservas, acatando la divina voluntad:
«Amarás, pues, a Jehová, tu Dios, y guardarás sus ordenanzas, sus estatutos,
sus decretos y sus mandamientos, todos los días» (11.1).
Esquema del contenido:
1. Primer discurso de Moisés (1.1–4.49)
2. Segundo discurso de Moisés (5.1–11.32)
3. El código deuteronómico (12.1–26.19)
4. Bendiciones y maldiciones (27.1–28.68)
5. El pacto de Dios con Israel (29.1–30.20)
6.
Últimas disposiciones. Muerte de Moisés (31.1–34.12)
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