Análisis del Libro del Profeta Joel.
Autor: Joel, un profeta
de Judá. Muy poco se conoce acerca del él.
Nombre: Significa "Jehová es Dios".
Fecha: Indeterminada.
Estilo: Elevado, el libro está escrito enérgica y
elegantemente.
Pensamiento
Clave: El arrepentimiento nacional y sus
bendiciones.
Porciones
Seleccionadas:
El arrepentimiento de todo corazón, 2:12 - 17.
Promesas del derramamiento del Espíritu en los últimos
días, 2:28 - 32.
El profeta
El comienzo del libro de Joel (=Jl) aporta el único dato
conocido acerca de la personalidad del profeta: «Joel hijo de Petuel» (1.1).
Fuera de esto, no existe noticia alguna que permita saber cuándo ni dónde vivió
Joel, ni cuál fue su lugar de origen o su edad y actividad.
Semejante falta de información biográfica ha dado pie a
diversas conjeturas relativas a la época en que el profeta ejerció su
ministerio y, por tanto, relativas a las gentes a quienes dirigió su mensaje o
a las naciones a las que hizo referencia.
Tan solo algunos velados indicios puestos al descubierto
por el análisis literario del texto, permiten suponer que Joel predicó en
fechas posteriores al exilio en Babilonia, quizás alrededor del año 400 a.C. Se
puede pensar que el desastre del año 586 a.C., con la destrucción de Jerusalén
y la cautividad babilónica de sus habitantes (2 R 25.1–26), está presente en la
mente de Joel cuando anuncia el castigo divino contra las naciones que
«esparcieron» a Israel, «repartieron» la tierra de Judá, enviaron al destierro
a los habitantes de Jerusalén y hasta los vendieron como esclavos a los griegos
(3.2–6). En apoyo de esta hipótesis puede observarse también que, según Joel,
la autoridad en Jerusalén está en manos de los ancianos y de los sacerdotes. Ya
no la asume el rey ni descansa en los funcionarios de la monarquía, institución
que este libro no menciona.
A diferencia de los profetas anteriores al exilio, Joel
se une en su mensaje al dolor de los sacerdotes, porque del Templo ha
desaparecido «la ofrenda y la libación» (1.9), es decir, porque se ha
interrumpido la actividad cultica junto con todo lo que ella implica (1.9, 13,
14, 16; 2.14–15). En este libro parecen resonar las palabras de algunos de
aquellos profetas preexílicos: Cf. 1.15 con Is 13.6; 2.32; Abd 17; 3.16; Am
1.2; 3.18; Am 9.13.
El libro y
su mensaje
El mensaje de este profeta está enteramente enfocado en
una misma dirección: «Viene el día de Jehová,... día de tinieblas y de
oscuridad,... grande y espantoso» (2.1, 2, 31). Pero sobre el telón de fondo
del juicio de Dios, Joel describe lo dramático del momento presente: una
terrible plaga de langostas ha caído sobre el país como un ejército bien
entrenado, y ni una brizna de vegetación ha quedado después que ellas pasaran
en oleadas devorándolo todo (1.4, 6–7). Pero ahí no acaban las cosas, sino que
al ataque de las langostas le sigue una gravísima sequía, que deja sin agua ni
alimentos a personas y a bestias. La situación llega a ser extremadamente
crítica, de modo que incluso el culto en el Templo se resiente, pues por la
escasez de cereales y de vino se hace necesario restringir las ofrendas y las
libaciones (1.9, 13, 16).
En esas circunstancias, Joel invita a los sacerdotes a
que convoquen al pueblo de Judá para que se reúna en el Templo, en asamblea
(1.14; 2.15–16), a fin de ayunar y condolerse delante de Jehová y, sobre todo,
de demostrar un sincero arrepentimiento (2.13).
Pese a la inmediatez de los acontecimientos narrados, el
profeta no pierde de vista el objeto último y principal de su anuncio: las
presentes penalidades son el preludio del momento en que Dios, Señor y Juez
universal, habrá de juzgar a todos los pueblos y naciones de la tierra (1.15;
2.1–2; 3.14). Ese instante último y terrible será el día ante el cual «se
pondrán pálidos todos los semblantes» (2.6). Aunque también será un día de
gracia y de salvación, porque «todo aquel que invoque el nombre de Jehová será
salvo» (2.32).
Así, a cuantos presten atención a este mensaje se les
anuncia las maravillas de Jehová, sus grandes obras en favor de ellos y su
voluntad misericordiosa y perdonadora (2.21, 18–27; 3.18–24). De un modo muy
especial hay que recordar aquí la promesa divina comunicada por Joel:
«Derramaré mi espíritu» (2.28–32). Y el Israel de Dios, el Israel de todos los
tiempos, recibirá la plenitud del don del Espíritu, como siglos más tarde
habría de suceder en Jerusalén el día de Pentecostés (Hch 2.16–21).
Esquema del
contenido:
1. Devastación de la langosta; el "día de
Jehová" (1.1–2.2a)
2. Nuevo anuncio del "día de Jehová" (2.2b-11)
3. La misericordia de Jehová (2.12–27)
4. Derramamiento del Espíritu de Dios (2.28–32)
5. Juicio de Jehová sobre las naciones (3.1–15)
6. Liberación de Judá (3.16–21)
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