Análisis del Libro del Profeta Jonás.
Autor: Jonás, natural
de Galilea.
Lecciones
Espirituales:
El peligro de escapar del deber.
La tentación hacia el patriotismo egoísta y el fanatismo
religioso.
El empleo divino de hombres imperfectos como canales de
la verdad.
Lo vasto de la misericordia de Dios.
El profeta y
el mensaje
La mención de Amitai, el padre de Jonás (1.1), es la
única noticia que el libro de Jonás (=Jon) facilita para la identificación
personal del profeta. Es la misma información que se halla en 2 R 14.23–25,
donde se añade que Jonás vivió en tiempos de Jeroboam II, rey de Israel
(783–743 a.C.). Sin embargo, de un modo diferente al habitual de prestar a la
figura del profeta una atención meramente circunstancial (cf., p.e., Is 6.5;
Jer 7.1–15; 26.1–19; Os 1.2–3.5; Am 7.10–17), el libro de Jonás, escrito
probablemente mucho más tarde, consiste de principio a fin en una especie de
relato biográfico. Se trata de la peripecia protagonizada por el propio
profeta, un hombre que, en contra de sus deseos, es enviado por Dios a cumplir
fuera de Israel, en Nínive, la lejana capital del imperio asirio, el arduo
cometido de anunciar a sus habitantes que en el término de cuarenta días la
ciudad sería destruida (3.4).
La narración propone a Nínive como paradigma del pecado.
A los ojos de Dios, la maldad ha crecido allí (1.2) hasta el punto de que su
inminente castigo ya ha sido decretado. La gravedad del asunto convierte en
sumamente delicada la misión del profeta. Este, consciente del problema, busca
en la huida la manera de zafarse de su responsabilidad, y en vez de emprender
hacia oriente el camino que conducía por tierra a la capital de Asiria, se
embarca en una nave rumbo a Tarsis, hacia occidente, para escapar «de la
presencia de Jehová» (1.3).
Desde la perspectiva de su negativa a cumplir el mandato
divino, Jonás puede ser comparado a otros profetas del AT que igualmente se
resistieron a aceptar la misión que Dios les encomendaba. Moisés, Elías,
Jeremías y otros, apelando a posibles razones de incompetencia, debilidad o
temor, trataron, lo mismo que Jonás, de evitar la responsabilidad que Dios
cargaba sobre sus hombros.
Pero probablemente fue Jonás el profeta que con mayor
tenacidad mantuvo su resistencia. Y cuando se vio forzado a ir a Nínive y
comunicar el mensaje de que era portador, lo hizo con enojo, llegando al
extremo de lamentar amargamente la salvación de la ciudad a la cual había él
anunciado la inminencia del desastre. Le dolió que los ninivitas se
convirtieran de su mala conducta, y que Dios se volviera atrás «del mal que
había anunciado hacerles, y no lo hizo» (3.10). Porque Jonás, que no había tenido
miedo de confesar su nacionalidad y su fe (1.9), e incluso que no había dudado
en ofrecer su vida para que otros se salvaran (1.11–12), temía en cambio la
pérdida de su prestigio de profeta, temía quedar mal ante los ojos de los
demás. Y prefería la muerte a seguir viviendo tras lo que él consideraba el
fracaso de su misión (4.1–3).
Por otra parte, en la figura de Jonás se descubre al
israelita estrecho de miras, para quien la salvación es un privilegio otorgado
por Dios en forma exclusiva al pueblo judío. Pero precisamente el desarrollo
del relato conduce a la conclusión opuesta de que Dios no hace diferencias
entre un ser humano y otro. Esta es la actitud que el profeta no entiende en
Jehová, en «su Dios», al que él oraba «desde el vientre del pez» (2.1). Sin
embargo, en esa su incapacidad de comprender el valor universal del amor de
Dios radica la extraordinaria fuerza dramática del libro. Todos, se trate de
judíos o de gentiles, son objeto por igual de la misericordia de Dios; y todo
pecador que se arrepiente y cambia de conducta tiene la puerta abierta a su
perdón (1.16; 3.10; 4.10–11.- Cf. Jer 18.8; Ez 18.23, 31–32).
Este libro tiene un notable valor simbólico, recogido por
el NT en las palabras de Jesús acerca de la «señal de Jonás». Al pedirle algunos
escribas y fariseos que hiciera una señal milagrosa, Jesús, relacionando su
propia muerte con la historia del profeta, les responde que ya no habrá otra
señal que la de Jonás (Mt 12.40).
Esquema del
contenido:
1. Jonás huye de Jehová (1.1–16)
2. Oración de Jonás (1.17–2.10)
3. Nínive se arrepiente (3.1–10)
4. El enojo de Jonás (4.1–11)
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